Bola inspirada en el relato ganador del concurso: "Rememorando" |
Subí al pequeño avión que me repatriaba, con la certeza de hacer lo que debía. Al sobrevolar las aldeas de techos de paja, las colinas verdes que habían formado parte de mi vida estos últimos tres años, no sentí nada especial. Había cerrado una etapa. Conforme tomaba altura, me decía que aquello que quedaba atrás, era también pasado. Y así fue, hasta que meses después, en una de esas urbanizaciones de chalets adosados de la periferia, volví a sentir el olor a tierra mojada y el de la madera que ardía en las chimeneas. Entonces supe que nunca serás pasado.
REMEMORANDO. Isabel Bermejo
Me desperté con ese aroma a café con el que
mi madre solía darme los buenos días. ¡Hacía tanto tiempo que no me lo
preparaba! Supuse que aquello no era más que un momento de lucidez en su
particular cruzada contra el olvido…
ÇA SENT BON!, Lucrecia Romero
-Et alors, madame?
-Alors, du pain.
-Et alors?
-Une madeleine!
-Et alors?
-Alors du fromage!
-Et alors?
-Alors, une prune!
-Et alors?
-Alors du riz au lait!
Alors, ma
grand-mère
qui faissait du pain
et me donnait une madeleine
au petit déjeuner.
Puis, elle m´offrait
une prune, ou deux
après le fromage
pour le dîner!
Et après
elle me racontait
une petite histoire
quand j´allais me coucher.
Et surtout
l´odeur
de mon enfance
qui me fait toujours
rêver!
DISTANCIA. Ángel Santos
Olor a sal y la brisa que se resistían al abandono. Salobre recuerdo de arena y azul en la primera hora de la mañana, en las ansias de encuentro, en la feroz necesidad de certeza. Sueños y reminiscencias compartidas pero lejanas. La isla como mundo completo, prisión perdida en la inmensidad, reducto que le daba asidero pero que lo consumía en el apartado silencio. Cada amanecer, el náufrago buscaba en el horizonte la esperanza: cada mañana de decepción que duró largo tiempo hasta que un día, divisó una barca a lo lejos. "Al fin tierra" se repetía el remero lejano.
DISTANCIA. Ángel Santos
Olor a sal y la brisa que se resistían al abandono. Salobre recuerdo de arena y azul en la primera hora de la mañana, en las ansias de encuentro, en la feroz necesidad de certeza. Sueños y reminiscencias compartidas pero lejanas. La isla como mundo completo, prisión perdida en la inmensidad, reducto que le daba asidero pero que lo consumía en el apartado silencio. Cada amanecer, el náufrago buscaba en el horizonte la esperanza: cada mañana de decepción que duró largo tiempo hasta que un día, divisó una barca a lo lejos. "Al fin tierra" se repetía el remero lejano.
MAÑANA
AZUL. Trinidad Prados
Como todas las mañanas de domingo en las
que hacía bueno, estaba sentado en el banco que había al final de la alameda.
Era mi banco favorito porque desde allí había una preciosa vista del parque y
por encima de él de la cúpula de la catedral.
De repente sentí cómo un perfume me
envolvía y me transportaba a otro lugar y tiempo en que unas manos suaves me
enjuagaban con esponjas marinas y me embadurnaban con polvos de talco mientras
preciosos labios retiraban el talco a fuerza de tanto beso.
Me levanté nervioso intentando seguir
aquel olor al tiempo que tropezaba con una chica que llevaba en sus manos una
gran cesta. Su contenido se desparramó por el suelo desprendiendo mil y una
esencias. Al mirarla descubrí unos ojos sorprendidos, ojos de color lavanda y
entonces comprendí que todo aquel perfume venía de sus ojos y creo que en aquel
momento me enamoré del azul.
MI PADRE. Elena Cano
Marta aguzaba todos los sentidos para percibir
cualquier sonido que anunciara la llegada de su padre.
Al
escuchar el ritmo pausado de pasos aproximándose, corría presurosa hacia la
puerta y la abría impaciente.
Comenzaba
el momento mágico….
Su
padre le entregaba la ajada cartera de cuero con la preciada carga. Su llegada
impregnaba la casa de un olor ácido y dulzón que acompañaba sus pasos. Toda la
casa olía a leche fresca recién ordeñada.
Su
madre ponía a hervir la leche y Marta retiraba la capa amarillenta y espesa.
Una gran montaña de nata con azúcar era el manjar soñado.
LAS ESENCIAS DEL TIEMPO. Pablo Villanueva
- Marcos arrastró a Aurora hacia un remolino de visitantes.
- ¡Mira el armiño!
- Fíjate, retocaron el cuadro añadiendo la diadema.
- ¿Quién sería esa mujer tan…?
- ¿Comes chicle? Cortó Marcos.
- No ¿Por qué?
Trató de localizar la fuente del olor.
- Huele a fresa. ¿Qué perfume llevas?
- El de siempre… yo no huelo nada.
Leonardo retrocedió ante su obra, orgulloso, cuando oyó unos pasos. Sin inmutarse exclamó:
- ¡He disfrutado tanto retratando esta belleza!
Sintió un suave tirón de su manga. El pequeño Mario sonreía ofreciéndole su tesoro.
- Eres adorable ¡Me encantan las fresas!
AROMAS PRIMARIOS. Abraham Sánchez
El
señor Naso debe su habilidad para la cata a su prodigiosa memoria olfativa.
Cada día, el señor Naso analiza aromas para poder recrearlos artificialmente.
Ayer desentrañó una salsa ligera de la competencia en sus olores primarios:
cítrico, pimienta blanca y yodo. El señor Naso no puede ejercer hoy su labor
satisfactoriamente. Decenas de lágrimas -Báltico, cloruro sódico y orín- corren
por sus mejillas nublándole los sentidos. Esta mañana, al volver de su turno en
el hospital, la señora de Naso olía a cebollino, vinagre y óxido, el aroma
inconfundible del sudor de Nacho, al que nunca más llamará amigo.
ÉL ÁNIMO EN EL
ESTIÉRCOL. Paco Basallote
Jéssica empezó sus prácticas en la Benemérita escuchando gritos de "Libertad, libertad!" No era su día ni mucho menos. Evitó ducharse porque la báscula marcaba siempre noventa y ocho, "la mentirosa". Tenía que quedar bien. Por lo menos había salido de la ciudad. El campamento donde los manifestantes habían pasado la noche "¡ya lo están ustedes quitando!". Qué bien le salió decirlo, no le tembló la voz. Pero de repente le vino olor a estiércol. Y entonces de la tienda apareció un delgado hombrecillo con mirada despistada. "Niña... qué bien hueles" dijo él. Ya se sentía libre.
Uhmmmm. Jota Amorós
.... En un país oriental,
donde huele a pan recién tostado, estaba solazándome, en mi hermoso jardín de
nenúfares lleno con ¡Mi príncipe! siempre dispuesto a resolver cualquier
entuerto.
Dolorida yo le quiero, mi
príncipe azul, que me despierta para recoger su trofeo, que yace esperando el
beso, después de morder la manzana brillante, bella, perfecta, de
indescriptibles aromas, igual que ese penetrante olor a pan recién tostado que
hace mi madre en la cocina mientras unta la rebanada en mañana soleada, aterrada
oigo cómo entra la llave torpemente en la cerradura, ¡holaaa!, sigo escondida
en la encimera y con los oídos tapados entreveo cómo la mantequilla se tiñe de
rojo y no dejo de oler a pan recién tostado.